jueves, noviembre 11, 2010

A la espera

No puedo creer que, de pronto, la ginecóloga me diga que no puede asegurarme si estoy o no estoy embarazada.  Después de todas las resoluciones a las que llegamos, las ideas que tuvimos, los planes que armamos, de pronto surge esta posibilidad que nos demuestra que "uno propone, pero Dios dispone".  Es increíble cómo la vida se maneja de modos tan sutiles, cómo todo sucede por una razón y en un momento determinado.  Probablemente, si hubiese ido la semana pasada a hacerme la ecografía -como era mi plan -la doctora no hubiese tenido dudas.  Quizá si hubiese ido antes del fin de semana largo, me habría dado una pastilla para que me llegara la regla y habría comenzado con los anticonceptivos de nuevo normalmente y aquí no ha pasado nada.  Pero justo todo se confabula para poder tener hora recién para ayer, que me tocara la secretaria más simpática, que a pesar de tener que correr como loca para comprar el bono haya alcanzado a llegar, que mucha gente no llegara a su hora de ecografía, y así sucesivamente.  Todos tenemos claro que no hay que ilusionarse demasiado, que la ginecóloga dio un plazo de dos semanas para que me llegue la regla -"y si no te llega en dos semanas significa que estás embarazada" -y yo la verdad es que no sé qué sucederá.  No tengo síntomas exremos como náuseas, vómitos y todo el listado correspondiente, pero una parte de mi siente que es una posibilidad de la que prefiero no hablar porque así no ilusiono a nadie.  Prefiero pensar que es una oportunidad que Dios nos da para ponernos en el lugar real de qué sucedería si quedase embarazada, para hacernos reflexionar a todos acerca de la maternidad y ponernos en alerta de cómo se ve el mundo cuando piensas que hay otro ser en camino.  Es súper extraña la sugestión de todos modos, cómo uno empieza a sentir las pechugas más adoloridas que de costumbre, el vientre más incómodo, la retención de líquido, tratar de no ponerse al lado de gente que fuma "por si acaso", no correr mucho "por si las moscas".  Es muy extraño y, a la vez, es como un secreto emocionante, una espera inquieta, un constante estarse repitiendo "no te embales, no busques tejidos, no mires ropa, no busques libros", una extraña forma de terminar el semestre ajetreado, como si fuera poco.

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